domingo, 2 de septiembre de 2012

Der Prozess

El encabezamiento o titular de esta nota, porque lo vamos a dejar en una simple nota, está en alemán y significa El Proceso. Y se refiere a una obra literaria. Según la wikipedia, «El proceso (título original alemán: Der Prozess) es una novela inacabada, publicada de manera póstuma en 1925 por Max Brod, basándose en el manuscrito inconcluso de Kafka. En el relato, Josef K. es arrestado una mañana por una razón que desconoce. Desde este momento, el protagonista se adentra en una pesadilla para defenderse de algo que nunca se sabe qué es y con argumentos aún menos concretos, tan solo para encontrar, una y otra vez, que las más altas instancias a las que pretende apelar no son sino las más humildes y limitadas, creándose así un clima de inaccesibilidad a la 'justicia' y a la 'ley'».

El escritor checo sólo pudo disfrutar en vida (si es que este hombre podía disfrutar de algo) de ver editadas sólo algunas de su obras (seguimos documentándos de la Wikipedia...). La mayor parte de su creación, incluyendo trabajos incompletos, fue publicada por su amigo Max Brod (antes mencionado), quien ignoró los deseos del autor de que los manuscritos fueran destruidos: totalmente y, afortunamente, kafkiano, decimos nosotros, ya que el tal Brod se adueña de alguna manera de una magnífica obra que su autor menosprecia (o no le da importancia).

Dicho lo anterior, asegurar que uno es lector acérrimo de literatura desde la infancia es una petulancia, lo sabemos, pero ahí queda el dato: al fin y al cabo, uno está orgulloso de leer mucho y bueno (con mucho esfuerzo los libros escritos por Kafka, y en castellano porque desconocemos el idioma alemán, pero entusiasmados al final), como otros se jactan de haber follado mucho.

Como lectores, las librerías son nuestros templos; esos objetos magníficos que allí se venden nos invitan a que los palpemos, nos rocían con su fragancia, nos seducen... Y nos pasamos las horas muertas revolviendo títulos, reencontrándonos con viejos conocidos y descubriendo nuevos personajes que se enconden entre las páginas de esos libros que no piden más a cambio que el ser leídos con sinceridad, pero ofreciéndonos todo lo que tienen: el conocimiento, la belleza, la libertad...

Las librerías del siglo XXI son tiendas muy bonitas. Suelen ser pequeños establecimientos, pero hay algunas enormes que tienen muchos empleados (afortunadamente) y estos libreros son personas muy singulares, que intentan estar a la altura del lugar al que representan, son el recurso de los indecisos, incluso nos pueden ayudar a encontrar lo que no buscábamos, son amables, también consejeros, informadores de novedades literarias (algunos)... Y son cultos.

Había una empleada ayer, uno de septiembre de 2012, muy guapa, en la sección de novedades de una de estas macro librerías, hablando de literatura con otra empleada (no es anormal oir hablar de literatura en un lugar donde venden libros). Cuando pasábamos junto a ellas se nos ocurrió pensar que en todas las librerías españolas había dos títulos que sobresalen en sus estantes más que otros: el comprador de libros, antes o después, termina chocando con ellos, con "Los renglones torcidos de Dios" y "Los pilares de la Tierra" (que el lector haga el juicio crítico que considere oportunos sobre estos best seller, cada uno es libre de leer lo que le dé la gana): uno no sabe por qué pero ahí están, ensombreciendo un poco a los magníficos títulos que conviven con ellos...
Y nos estábamos adentrando en una especie de atmósfera kafkiana:
Nosotros reflexionábamos que "Los renglones torcidos de Dios" y "Los Pilares de la Tierras" (dos novelas que no nos gustan) perturbaban nuestra visita a la librería, mientras que las libreras hablaban de literatura que se vende en español pero, a título personal, preferían ser lectoras en otro idioma (¡quién pudiera conocer tantas lenguas como libros hay publicados en ellas!): "Hay autores que no puedo leer en castellano" "Yo tampoco" "El Proceso (suponemos que es el de Kafka) soy incapaz en castellano" "Yo tampoco" "Yo y Jean Paul lo hemos leído en francés" (silencio de la otra).
Por nuestra parte, nos hubiera encantado leer El Proceso en alemán, pero no sabemos alemán: lo leímos en el castellano de una barata edición mexicana cuando éramos adolescentes y nos gustó tanto que buscamos en esa misma editorial "El Castillo" y "Carta al padre" ("La metamorfosis" ya la habíamos leído antes...).
La conversación de las empleadas de la librería nos hizo sonreir y nuestra "pedantería" de lectores afloró y nos incitó a ser malvados:
— Oiga, ¿tienen "Los renglones torcidos de Dios" en alemán?  –preguntamos–.
— ¿Cómo dice? –me pregunta a su vez, una de las dos, mirándome como si yo fuera Gregorio Samsa.
— Es que no soporto leer a Torcuato Luca de Tena en castellano.