lunes, 31 de enero de 2011

Personas guapas que fueron noticia en la primera década del siglo XXI

Durante 23 días una mujer guapa y joven fue alcaldesa de Leganés. No es noticia. Lo fue entonces, durante una primavera de hace ya más de mil días. Hoy podría, pero no, no volverá este próximo cuatrienio a estar con nosotros haciendo lo que a ella le gustaba y que no le dejaron, eso que llaman política local. Nadie la espera, a lo mejor sí regresa cuando ya sea más mayor, ¿más madura?, pasado el tiempo futuro del 2015. ¡Cómo pasa el tiempo, lo jóvenes que eran entonces incluso los ya viejos! Hasta Esperanza Aguirre...

A Guadalupe Bragado Cordero la echaron por la puerta de la censura y ella tuvo que abandonar su anhelado “tronito” de la casa Consistorial (qué feo dicen algunos que es el mural de José Hernández que decora el salón de plenos) sin poder haber inaugurado sus aparcamientos robotizados en esta que es aún una ciudad-pueblo, con sus cosas de pueblo, con sus empingorotamientos de ciudad de provincia, con sus anhelos de urbe culta. No la dejaron modernizar su ciudad. Se tuvo que ir por obligación, tal vez llorando gordas lágrimas que le araban el rostro dejando un surco lastimero de maquillaje “popular”, pero muy guapa y oliendo muy bien, eso es seguro, ¡y tan joven!; se la llevó la “jefaza” y le dio el caramelo de la Dirección General de la Juventud de la Comunidad de Madrid para que se consolase, como premio a su labor, para endulzar la amargura que le habían provocado los que le habían cortado la cabeza
(¡qué barbaros, no tuvieron ni una pizca de piedad con ella!),
los que se habían unido a pesar de los pesares
(cuánta energía perdieron negociándose el gobierno local),
para machacarla, para que la derecha no ocupara el poder en el pueblo de Leganés, para que se fuera, para que… no hiciera “papel couche” con la revista municipal de Legacom…, ¿para gobernar ellos o…?

Hay que hacerle una estatua a Guadalupe Bragado. Pero que no sea de acero cortén, que sea de mármol y bastante más grande del tamaño natural y la coloquen sobre una cornisa bien alta de un bonito edificio, que su esbelta figura recorte el cielo pepinero y sus ciudadanos orgullosos digan a los forasteros que pasan de paso “¡mira hacia arriba, mira que estampa tenía la alcaldesa!”.

- ¿Y por qué no la plantamos en el Museo de Esculturas al Aire Libre? (permítasenos abreviarlo como MEAL). Ahí sí que luciría bien, entre esas obras de arte.
- No…, porque a lo mejor a los de izquierdas no les gusta tanta vanguardia junta…
- ¿Pero no éramos nosotros los progresistas?

No la dejaron dirigir el cotarro de la cosa leganense y por eso no podemos decir si habría sido una buena alcaldesa, una gran alcaldesa, una mediocre alcaldesa, una mala alcaldesa... No fueron corteses, no le concedieron ni los cien días esos de confianza que se dan los partidos políticos en las democracias occidentales, sólo 23, sólo tres semanas de sobresaltos y de envejecimiento; y no tuvo otra que aferrarse a las aguerridas faldas que le otorgarían la esperanza de ser una bella “técnica” feliz en su despachito, con sus “belstaffs” cerquita, dirigiendo una juventud madrileña preñada de buenos propósitos pero –mucho nos tememos- juventud desnortada, muchachos y muchachas guapotes y “políticamente correctos” (este término ya está casi en desuso), religiosos, folladores muchos, siguiendo sumisos el son del cencerro de sus mayores. Y los que no somos ellos nos tenemos que conformar con una Guadalupe sentadita en su sillón sin saber qué hacer con los alborotadores, con los insurgentes, con los chicos malos de las callejones que dan la espalda a la calles “Serrano” de la Comunidad de Madrid.

Alejada de los focos, de las cámaras, de las grabadoras de los periodistas “metomentodo”, la excaldesa es un recuerdo, es un fogonazo de belleza en el Sur, es una persona que nos gustaría mucho ver pero que no vemos ya.

- Si le hacemos estatua a Guadalupe, también tenemos que esculpir las de los otros primeros ediles desde el 75 para acá: José Manuel, Ramón, Fernando, José Luis, Rafael…
- ¿No les ponemos los apellidos?
- En la peana de acero cortén sí, ¡cómo no!


Pie de foto
Guadalupe Bragado posa durante la campaña electoral en la que ella era la estrella del PP en Leganés. Los colores corporativos de su partido en aquellos comicios eran cálidos, eran naranja. En esa pegada de carteles, ella llevaba una camiseta de ese tono, a juego con el slogan que pregonaba “confianza en el futuro” en blanco sobre fondo naranja. El dedo pulgar de su mano izquierda se apoya en su nombre y el meñique acaricia el pómulo de su rostro, señalándonos lo guapa que está en la foto oficial de estudio que le hicieron en el año 2007 para mostrarla como candidata del Partido Popular a la Alcaldía del pueblo donde residió Jeromín. La melena fosca de la imagen del cartel no le tapa la oreja derecha y se le adivina el mismo pendiente que ella lleva en este acto, si bien aquí va “de faena”. En la otra mano tiene una grapadora.

La instantánea nos muestra una Guadalupe radiante, forzando la sonrisa en una sinceridad que la desborda, se la ve que se sabe líder y por eso empuña la grapadora con fuerza, ¡ay! El hombre que está detrás suyo, ayuda a la hermosa candidata a sujetar el póster en la pared, toca un poquito con su mano el pelo y la frente de la futura alcaldesa, pero se le nota un punto inquieto, tiene la boca cerrada y mira a alguien de los espectadores -como pidiendo su asentimiento- que contemplan la escena a este lado, en el de los que no van a salir, alguien que le podría estar mandando un mensajito telepático: en su pecho lleva una pegatina también en tonos naranja que pone “vota PP, confianza”. Una grabadora se ha metido en el plano, asoma por la derecha de la imagen, sujeta por una mano lánguida; parece que es una mano de periodista varón, es una mano que rompe la armonía del cuadro: se sale de la foto.
Por lo ceremonioso, podría parecer que ese acto era el arranque de la campaña electoral.
En Leganés, la lista de una mujer guapa iba a ser la más votada…